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viernes, 1 de febrero de 2013

Propuesta de caminata: Caldera de Los Marteles - barrio de Las Vegas-Valsequillo- por Barranco de Los Cernícalos Distancia: 7,5 Kms. Dificultad: Media




 Comenzamos la ruta en la cara norte de la Caldera de Los Marteles. Seguimos rumbo este a través de una pista forestal de tierra, flanqueada por un pinar con soto- bosque de retama amarilla. Aproximadamente a unos 250 metros, nos desviamos hacia la derecha, rumbo 160º S-SE, a través de una pista que desciende por la cabecera del Barranco de Los Cernícalos. Un conjunto de habitaciones-cuevas y la presencia de grandes ejemplares de escobones, almendros y retama amarilla, marcan nuestro andar por el margen derecho del barranco.




  A pocos metros de finalizar esta pista, divisamos en la ladera de enfrente el camino por el cual debemos seguir. Para llegar a él, nos desviamos hacia la derecha, rumbo E, aproximadamente unos 20 metros. Una vez cruzado el cauce del valle, una vereda de tierra se abre paso en la ladera norte del barranco, dejando a nuestras espaldas dos jóvenes castañeros. Bancales abandonados, colonizados por tabaibas, salvia, hinojo, cardos y magarzas, entre otras especies, se hacen presentes a lo largo del camino.

  Tras haber recorrido aproximadamente 400 metros por la vereda de tierra, llegamos a un cruce de caminos en la misma hondonada del cauce. Debemos obviar la opción de la izquierda, que asciende hacia la ladera, y continuar nuestra marcha siguiendo siempre a la derecha del lecho del torrente, en dirección al poblado de Cazadores, aunque sin llegar a él.



  Observamos en la ladera de enfrente un gran número de tuneras, pitas y almendros.
A través de una pequeña barranquera, llegamos a una nueva pista de tierra en la zona de Montaña de Cuevas Blancas; la seguimos rumbo este, junto a un escobón. Aproximadamente a unos 450 metros, cruzamos una vía de asfalto para continuar descendiendo por la cuenca de Los Cernícalos a través de una calzada de tierra en dirección a un conjunto de no más de siete pinos canarios, que nos conduce al lecho del barranco. 
        



 A medida que bajamos, las pequeñas viviendas agrícolas adosadas a parcelas de cultivo dejan paso a grandes ejemplares de escobones, acebuches y almendros. Llegando al cauce, el camino intercepta una gran era, símbolo de la intensa labor agrícola de la zona. El susurro del agua corriendo entre las rocas se adueña de nuestros oídos cuando llegamos al fondo del barranco. Los primeros sauces del recorrido cobijan nuestro andar y propician la primera parada recomendada.


 Debemos retroceder unos 80 metros desde el cauce por la misma pista que hemos seguido, para continuar rumbo este por una pequeña vereda de tierra, junto a un viejo nogal, por el margen derecho del barranco.


  La humedad ambiental se hace patente en esta parte del recorrido en la que cruzamos varias veces el barranco, alternándose el sendero entre la orilla izquierda y la derecha del mismo. Aproximadamente a unos 300 metros, cruzamos el cauce y seguimos esta vez por su margen izquierda. Ascendemos por una pequeña ladera desde la que se obtienen preciosas vistas de la frondosa sauceda a lo largo del curso del barranco. Atravesamos un entorno con alto valor etnográfico, compuesto por un pequeño naciente, una era y un conjunto de, al menos, tres alpendres-cueva en los que todavía se aprecian restos del forraje de los animales.
Pasando la última cueva se abre a nuestros pies un pequeño rellano desde donde se obtienen diversas panorámicas de la cabecera y del tramo medio del Barranco de Los Cernícalos, el cual se muestra rebosante de vida gracias a su vegetación. 
       



 Tomando rumbo sur, dejamos atrás este mirador natural y descendemos nuevamente hacia el cauce del barranco. La acusada pendiente y el resbaladizo terreno nos obligan a tomar máximas precauciones para evitar resbalar. Al llegar al lecho, nos puede sorprender que éste se presente seco, ya que seguimos oyendo al agua correr entre las rocas. Se explica este fenómeno por la permeabilidad de los materiales que hacen que el agua discurra en ciertos tramos por el subsuelo. Al cruzar el barranco y continuar por la vertiente expuesta al norte, notamos cómo el ambiente es cada vez más húmedo, sobre todo al acercarnos nuevamente al cauce, esta vez con presencia de agua. La estampa que observamos nos recuerda a un bosque encantado -los enormes sauces de más de 10 metros de altura dan sombra a varias comunidades de helechos, líquenes y musgos-.
Tras alternar las orillas del barranco varias veces, la dejamos atrás y ascendemos por una ladera en dirección a la "casa del humo". A escasos metros, un conjunto de tabaibas de más de dos metros de altura nos conduce a un cruce de caminos en el que cogeremos el de la izquierda que, a través de una pendiente acusada, nos lleva hasta una pista de picón, ya en la zona de Las Cañadas. El sendero pasa sobre un almagre, formado por el calentamiento de parte de la enorme colada que tenemos sobre nuestras cabezas, de edad mucho más temprana.

 Tomamos la pista en el borde de un cono de picón, hacia la derecha. Ésta desciende con pendiente suave rumbo noreste. En primavera, la retama blanca y los almendros en flor tapizan el espacio, ofreciendo un paisaje único. A medida que nos acercamos a Los Mocanes se amplían las vistas hacia Las Palmas de Gran Canaria, los Llanos de Valsequillo y la Caldera de Tenteniguada.


  En la bajada de Los Mocanes divisamos Las Haciendas, enorme finca agroganadera, en la que se encuentran verdaderas joyas de la arquitectura tradicional canaria. Una vez que llegamos a una pista de asfalto, seguimos la trayectoria hacia la derecha, hasta alcanzar una palmera que actúa de rotonda, la cual dejamos atrás, siguiendo rumbo norte en dirección al barrio de Las Vegas-Valsequillo- por la vía asfaltada.
GALERÍA DE FOTOS: https://www.facebook.com/media/set/?set=a.124041677771049.24199.100004956510330&type=1

 
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