Este itinerario comprende un circuito por el singular barrio de El Rincón, inmerso en un ambiente de tranquilidad y sosiego. Tomando la parada de guaguas de El Rincón como referencia, iniciamos el camino. Dejando atrás la parada, subimos por la calle El Toril, una pequeña cuesta que nos lleva a una intersección donde la carretera se bifurca. Tomamos, entonces, la desviación que surge a la derecha de la marcha por una pista de cemento, inicialmente empinada. Nos deleitamos observando un castañero centenario que dejamos a la derecha del camino, así como varios alpendres y viviendas rurales que guardan el tipismo de la arquitectura tradicional canaria.
Continuando por el margen izquierdo del cauce del Barranco de Coruña, entre bancales con frutales (guinderos y cirueleros), transcurridos unos 350 metros, cruzamos el cauce. Proseguimos por esta vía de cemento otros 300 metros hasta llegar de nuevo al lecho del barranco, donde abordamos el sendero, en medio de una rica y exuberante vegetación. Destacan el bicácaro (Canarina canariensis), el pan y quesillo (Lobularia canariensis), la flor de mayo (Pericallis webbi), además del escobón (Chamaecytisus proliferus). Es un lugar ideal para contemplar el paisaje que se abre ante nuestros ojos. En este espacio en el que termina la pista, observamos, justo enfrente, el Roque de la Vela o del Águila, con su singular morfología, así como una ladera tapizada con una comunidad vegetal de cerrajas (Sonchus acaulis), hierba puntera (Aeonium manriqueorum) y retama amarilla (Teline microphyla), todas ellas de florescencia amarilla.
Cruzamos nuevamente el lecho del barranco, siguiendo rumbo 220º suroeste. Con una pendiente algo acentuada, ascendemos por la antigua senda que subía al Pozo de Los Barrancos. Un enorme castañero se deja ver a la izquierda del camino en dirección este, marcándonos el inicio del segundo tramo. Antes de abandonar el lecho del barranco y de dirigirnos hacia el castañero, debemos tomar dirección sur. A unos 40 metros aparece una pista de tierra que nos conduce a un conjunto etnográfico de significativo valor, formado por un pozo y unos alpendres. Es aconsejable realizar una parada en este lugar y refrescarnos con el agua que allí se encuentra.
Volvemos al castañero; continuamos con rumbo noreste a través de una vereda estrecha, algo confusa por la vegetación. El firme de tierra con hojarasca suelta junto al denso matorral de retamas y escobones dificulta los primeros metros de esta parte del recorrido.
El sendero continúa rumbo este, hacia el Roque de la Vela o del Águila. Cruzamos una pequeña barranquera y, a unos 250 metros, llegamos a un afloramiento rocoso que ofrece una de las mejores vistas de la ruta. Ésta abarca la mayor parte del recorrido realizado, así como el Roque del Águila. Dejando este edificio volcánico a la derecha del camino, ascendemos hacia otro de los más conocidos roques de Tenteniguada: el Roque del Pino.
El camino nos muestra una vegetación muy desarrollada y de alto valor natural, que al despejarse nos permite disfrutar de las espléndidas panorámicas del sector noreste de Gran Canaria.
En el próximo cruce, giramos a la derecha. El sendero, estrecho y con firme de tierra, sigue paralelo a una tubería de agua, que dejamos atrás en la siguiente intersección. Avanzamos rumbo noroeste por una senda cubierta por retamas amarillas y tajinastes azules. Ascendemos por un afloramiento rocoso que simula escalones, encontrándonos la tubería que anteriormente nos servía de referencia. Viramos hacia la izquierda para subir por una pista estrecha, delimitada a la derecha por el muro de un bancal abandonado. A unos 150 metros, nos desviamos al noroeste para ascender por una pendiente bastante más acusada (20º), que finalmente nos conduce a un estanque de piedra excavado justo al pie del Roque del Pino.
Descendemos por el mismo camino por el que llegamos al estanque. A unos 700 metros, se inicia una curva a la derecha; bajamos, así, hasta el siguiente cruce, en el que tomamos la vereda de la izquierda para llegar nuevamente al Roque del Águila.
Desde el Roque del Pino, descendemos hacia el Caserío de Las Cuevas. Dejamos atrás el Roque de la Vela. Rumbo este, tomamos una vereda a la derecha de la marcha, situada a unos 6 metros de una pequeña cantonera. Discurrimos por un sendero labrado en roca basáltica de cierta dureza, flanqueado por helechos, pitas y tuneras. El paisaje se vuelve más antropizado, con bancales y viviendas de alto valor etnográfico. La presencia de una gran cantidad de habitaciones, casas y alpendres-cueva da nombre a este pequeño conjunto de casas. El camino no tiene pérdida. Al llegar frente a una casa-cueva, desviamos la trayectoria hacia la izquierda por una pequeña veredilla de tierra que nos conduce a la pista de asfalto.
El descenso por esta vía carece de complejidad. A escasos 600 metros volvemos al punto de partida. El tramo final del sendero pasa junto a varios establecimientos de queso y artesanía. No existe una mejor manera de terminar el camino que disfrutando de un buen trozo de queso de la zona o degustando los típicos platos canarios de los bares del barrio, donde la carne de cabra y de cochino se preparan sin igual.
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